Trump: ¿El fascismo americano?

 

March_on_Rome copy

No, no es Trump. Es Mussolini.


Anoche, mientras escuchaba a Donald Trump “aceptando” la nominación a presidente en la convención republicana, observé con tristeza el entusiasmo apasionado y el fervor patriótico e incondicional de sus seguidores. Trump les dio lo que deseaban, como el guardaparques que tira carne fresca a los leones, o el incendiario que esparce gasolina a la llama ardiente. “Ley y orden”, “Hacer que América sea grande nuevamente”, “Estamos en guerra”, “Debemos ser respetados nuevamente”, “América primero”, “Yo haré”, “Yo acabaré”, “Yo, yo, yo, yo”.

En su discurso reafirmó lo que fue una eterna letanía de la convención: Estados Unidos está viviendo una catástrofe en todos los órdenes, el peligro acecha, en el exterior por el islamismo radical, y al interior por la amenaza de los inmigrantes ilegales y las fronteras abiertas. A nivel mundial, según él, Hillary Clinton ha posibilitado gobiernos y fuerzas enemigas de América, en el interior, el presidente Obama ha estimulado la criminalidad, el caos y debilitado a los militares y las fuerzas de seguridad. Las soluciones pasan por darle el poder a él para restaurar la ley y el orden, expulsar a los inmigrantes ilegales, cerrar las fronteras con pueblos indeseables de donde vienen delincuentes (como México), construyendo un muro que aisle a la nación. Rescatar los valores “americanos” y hacer que el mundo “nos respete de nuevo”.

Anoche escuché el discurso del fascismo. Cada uno de los lemas, el contenido de los discursos, la siembra del temor para acudir a la fuerza, el nacionalismo imperial, son elementos básicos del discurso fascista. Tal como afirma la Constitutional Rights Foundation, algunas de las características clásicas del fascismo serían:

  • Nacionalismo extremo: el Estado fascista usa la gloria y el temor de las amenazas externas para construir una nueva sociedad basada en la “voluntad común” del pueblo. Los fascistas creen en la acción y búsqueda de los mitos nacionales como guía, en lugar de apoyarse en el “intelectualismo estéril” de la ciencia y la razón.

  • La superioridad de su pueblo: El fascismo sostiene que su nación es superior a otras nacionalidades. Típicamente fortalecen y unifican al grupo dominante en la nación a la vez que destilan la diferenciación y persecución de los grupos minoritarios.

  • Militarismo e imperialismo: Los fascistas consideran que la fuerza de una nación se demuestra por la grandeza en conquistar y dominar países más débiles. Para los fascistas el Estado sólo puede sobrevivir si muestra su superioridad militar en la guerra.

  • (Extraído de la página de Constitutional Rights Foundation, traducción libre de mi parte)

La convención republicana transcurrió en medio de una creciente alarma, llamados a temer lo peor, augurios de guerras y terror, gritos histéricos acerca de un futuro sangriento y oscuro, que sólo puede ser evitado con la irrupción de Donald Trump.

Las masas reunidas allí tuvieron pues lo que querían. Escuchar a unos líderes reafirmar a Trump y a éste prometerles la ley y el orden que desean para recrear la América que añoran. Pues, de eso se trata, de recuperar un Estados Unidos que ya no existe, ante la amenaza de ser desplazados de su supremacía. Regresar a sus barrios netamente blancos, mantener a los negros en guetos, bien resguardados por una policía que labore con total impunidad, donde no exista un molestoso “soccer” – llamado fútbol en el resto del mundo – como nuevo juego nacional (al que en sus mentes ignorantes califican como juego mexicano). Donde no haya que poner letreros en español y menos necesario sea aprender otro idioma (pobres europeos que hablan a veces hasta cinco). Una nación donde se “vuelva” a respetar la “ley” y los homosexuales se regresen al closet. Un país en el que se acabe de una vez con ese multi-culturalismo que embota la mente y amenaza al pastel de manzana. Una América donde no haya musulmanes, una “raza” que no piensa como los americanos cristianos que van a la iglesia fervorosamente  - aunque no amen a su prójimo. Una nación donde no se cuestione la venta y proliferación de armas, especialmente para que los blancos puedan “defenderse”.

La  clase media blanca conservadora y segmentos de la clase trabajadora blanca desplazada por la globalización conforman parte sustancial de la base social del mensaje fascista de Donald Trump. Otra parte la conforman los grupos neo nazis y de supremacía blanca. No es descartable, en mi humilde opinión, que crezcan al nivel de posibilitar la ascención de Trump al poder, especialmente por el hecho de que la candidatura de Hillary Clinton no es la más sólida y ha dejado a un sector de la juventud del partido demócrata y de los independientes frustrados y sin confianza.

Por supuesto, los ataques terroristas no han hecho más que apuntalar esta corriente ultra-reaccionaria en la sociedad norteamericana, como probablemente lo hace en Europa. La masa ignorante no puede razonar ¿cómo y por qué hemos llegado a esto? Les basta con escuchar los cantos racistas y de odio de Trump. No piensan y los líderes no se los recordarán jamás, qué responsabilidad hay en la guerra que Bush provocó con la invasión a Irak, o yendo más lejos, cuánta responsabilidad hay en las potencias europeas y Estados Unidos que dividieron al mundo árabe a su antojo y colocaron déspotas a su servicio al frente de esas naciones, o la persecución y discriminación contra los palestinos. De cualquier manera, sólo basta recordar que el nefasto gobierno guerrista de Bush nos legó una guerra sangrienta, y cambió el curso de la historia en los comienzos del siglo 21.

La masa ignorante tampoco pensará en la recesión económica que el último gobierno republicano dejó pesando sobre la salud económica de Norteamérica. Tampoco pensará en que la ley y el orden de Trump no incluye a los que han sido víctimas de la impunidad policial, jóvenes inocentes que han muerto porque no tenían la piel blanca que les protegiera. Por el contrario, pretenden hacerle creer al mundo que los que no están con ellos están por el asesinato de policías. ¡Qué barbaridad! Pero eso es el típico lenguaje del fascismo, el lenguaje de quien pretende que todo es producto de un caos cuya única solución es la imposición de la ley y el orden, bajo la égida por supuesto de Mr. Donald Trump.

No puedo negar que esta oscura corriente de temor, de odio y discriminación me causa desazón. El sólo hecho de que un personaje como Trump, sea seguido ciegamente por una multitud de fanáticos viciosos, racistas y anti-democráticos me entristece. Pero quiero creer en la juventud y en la posibilidad que tiene Estados Unidos para dejar atrás esta corriente barbárica. Ya antes pudo contra el macartismo y Nixon. Pero el desafío es grande. El pueblo afroamericano y los latinos representan una gran esperanza para que, junto a la gran masa blanca progresista, aquellos que saben que la fusión de colores, razas y culturas da como resultado un mundo mejor, puedan salirle al paso a este monstruo de odio e ignorancia que asoma en la sociedad americana.

 

 

 

 

Escribir un comentario

Creative Commons License