Su huella.
Al pensar en mi hijo Carlos Alberto, a la mitad de la altura del pecho, el aire inhalado se queda allí y expande mi cuerpo para tratar de alcanzarlo. Y es que Carlos es el hijo amado y más, es el que, en la adultez y por el impacto de emigrar, se convirtió en mi amigo y mi referencia.
Sí querido hijo, te has hecho a ti mismo más allá del amor, la crianza, los valores que te transmitimos, y eres un hombre, un ser, de extrordinaria capacidad para amar, comprender, respetar y creer en la posibilidad de los otros de tener buena voluntad. Casi en silencio, sin aspavientos ni sentimiento de sacrificio, haces por nosotros y por otros, lo que tú, en tu inapelable sentido de entrega y lealtad consideras que tienes que hacer.
Los abuelos, mis tías y tíos, un montón del montón de primos, viejos amigos, recuerdan cosas de ti, nos siguen sorprendiendo con sus relatos del niño Carlos. En realidad, sus cuentos reflejan al niño que perfilaba ser como eres. “Tío, cuando sea grande voy arreglar lavadoras”, le dijiste a Antonio después de observarlo largo rato tratando de reparar una. Tenías unos 5 años. “Tía, si vas a hacer sopa, yo no puedo comer cubitos, sabes?, porque me da alergia” (6 años quizás). “Mami, un amigo de ustedes tiró una lata de refresco en la calle, yo creo que ustedes deben hablar con él”. Una de mis primas, María Celeste, se acuerda siempre de esa facilidad para hablar cuando apenas tenías año y medio o dos: “El sol me pega mucho”, decías, haciendo énfasis en la “s” y tapándote la cara. Mi prima Miriam, recuerda cuando íbamos al Parque del Este, en Caracas, bajo el sol de julio, agosto, tres de nosotras con nuestros hijos… llevábamos pelotas, bate, guantes, todo un arsenal de cosas para hacer deportes… y terminábamos jugando nosotras mientras nuestros hijos se quedaban bajo un árbol viéndonos! Cale rememora tu dulzura desde que eras bebé y el modo como a los dos años reconocías y nombrabas en la calle los símbolos de los bancos y otras marcas registradas mientras paseábamos por Caracas. Anécdotas hay muchas, las que me recuerdan cuando hablamos de ti, y otras nuevas, para mi asombro y maravilla.
Con tus abuelos siempre has sido especial. Has tratado de materializar sus sueños, te has preocupado y encargado de ayudarlos a solucionar sus necesidades, como ellos lo hicieron con nosotros, incondicionalmente. Los has privilegiado a ellos y a nosotros, tus padres, por encima de ti mismo.
Leal a todos, inquebrantable con tus principios, quienes te amamos sabemos que estarás siempre ahí cuando te necesitemos, bien para escuchar, bien para correr y ayudar.
Por eso hoy, un día especial, te dedico mi amor y mi agradecimiento, a la vida por haberte tenido, y a ti, por lo que me das cada día.
Te adora,
mami