Sombras, disculpas, decadencia

El país se desliza, lenta pero firmemente, por la pendiente de la decadencia. Mientras una sociedad – borracha de consumo e ignorancia – vive de espaldas al mundo, el cuerpo organizado, político, de la nación, protagoniza una debacle moral de calamitosas proporciones. Basta con hacer un pormenorizado listado de las notas de prensa o las crónicas de las actuaciones de los funcionarios del gobierno y el Congreso, para sentir náuseas. No es sólo la guerra, basada en hechos infundados, son las violaciones a los derechos humanos, los ataques a los derechos civiles consagrados en la Constitución, la retaliación contra los funcionarios que no concuerdan con el gobierno, la corrupción en el congreso, el crecimiento de la delincuencia y los asesinatos a lo largo y ancho del país.

Pudiera parecer que me alarmo demasiado, pero cuando se lee en una nota de la revista Time frases como: “Esta es una administración conocida por despedir gente por ser independiente, no por incompetente.”, nos percatamos que el olor a podrido es fácilmente detectado por la “inteligencia” de la sociedad y sin embargo, con pocas consecuencias. El hecho de que el Fiscal General, Alberto Gonzáles, admitiera que se cometieron “errores” en el despido de ocho fiscales de los Estados Unidos, es toda una pintura de lo que afirmo. Aunque se pretendió inicialmente que los despidos obedecían a ineficiencia de los funcionarios, pronto quedó patente, ante la opinión pública, que fueron echados por no ser “incondicionales” del gobierno. Ante la petición de que Gonzáles renunciara, simplemente se limitó a decir “mistakes were made” (se cometieron errores). Bush se apresuró a reafirmar su confianza en Gonzáles, aunque “reconoció” que las cosas no se habían manejado bien.
Se podría escribir todo un libro, por ejemplo, con el caso del asesor del Vice-Presidente, Lewis Libby, involucrado y hallado culpable en una fuga de información que afectaría a la esposa de un ex-embajador que acusó a la administración de manipular la información para justificar la guerra. O tal vez podríamos recordar los intentos, de censurar a todo aquel funcionario que hablara del calentamiento global y la urgencia de tomar medidas. ¿Y qué decir del espionaje telefónico, usando – de acuerdo al Washington Post, el New York Times y otros medios fundamentales – métodos ilegales, amparados en el Acta Patriota?. Y en tanto, el presidente Bush se llenaba la boca, en su gira por Latinoamérica, de llamados a vencer la pobreza y la desigualdad social, en su propio país, su gobierno ha golpeado justamente a los más pobres, dejándoles aún más indefensos frente a las enfermedades, debilitando al sistema de seguridad social y peor aún, quitando el derecho de medicaid a todo ciudadano que no pueda demostrar, con papeles, su nacionalidad norteamericana, de manera que miles de pobres de ciudades como New Orleans, que perdieron toda su documentación por culpa de Katrina y la negligencia gubernamental, han perdido también su nacionalidad para los beneficios sociales, ya de por sí limitados y vergonzosos. La primera superpotencia del mundo es incapaz de exhibir un sistema de seguridad social que llegue siquiera a los tobillos del europeo o el canadiense. Pero por si fuera poco, los propios soldados enviados a Irak y heridos, mutilados o afectados psicológicamente, han sufrido el oprobio de ser atendidos en un hospital que no reunía las normas de sanidad y asepsia indispensables. Pisos donde deambulaban ratas y cucarachas, paredes sucias, y retrasos burocráticos. El asunto explotó cuando la prensa destapó aquel desastre.
La decadencia nos abraza. Los políticos, en especial los demócratas, parecieran cuidar más de sus espaldas y proyectos, que del país al que se deben. ¿Qué nos queda, ante este panorama? Quiero tener la esperanza de que la democracia en Estados Unidos se sacudirá y ajustará cuentas con su historia. No sería la primera vez. Es algo que ha hecho grande a esta nación. Termino este resumen con aquellos versos del poeta español Miguel Hernández:

Soy una abierta ventana que escucha,
por donde ver tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida”.

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