Recordando que no soy mujer

Día Internacional de la MujerCuando era un niño, de apenas 8 años, quedé prendado de una pequeña, un año menor que yo, a la que idolatré por muchos años, y que recordaré siempre bien, hasta mi muerte. Su cara y sus ojos me parecían tan diferentes. Su manera de pensar, su risa, su muecas para explicar algo o mostrar desinterés me dejaban desarmado. Era mujer.
De adolescentes nos juramos amor eterno, fuimos novios y amantes y yo, en plena ebullición de sentimientos, me dije y le dije que jamás la trataría mal, que yo sería comprensivo y liberal, que le huía al machismo como a la peste y que juntos seríamos diferentes.
Nos casamos y poco a poco fui adquiriendo las triquiñuelas de un joven varón, que siempre tenía la última palabra, que sabía más y hasta podía dar lecciones; me daba el lujo de regañar cuando lo deseara y administraba mis palabras de amor y mis caricias con cada vez menos profundidad y cotidianidad. No la amaba menos, sólo era más macho.
El resultado, obvio para una persona tan irreverente como ella, fue la separación. Nunca llegué a comprender, mis experiencias posteriores; hasta qué punto yo era hombre y macho. No de aquellos, torpes, vulgares y miserables. Yo lo era sutil, elegante, persuasivo.
Cuántos desastres y ternuras rotas dejé en las orillas de la ruta. Cuánto volvía una y otra vez a repetir los errores, hacer sufrir y levantarme.

Con Morella, llevo una vida. Nadie que haya leído esta bitácora podrá albergar dudas acerca de mi profundo amor por ella. Sin embargo, la vida juntos fue y ha sido la mayor y más grande de todas las batallas que haya dado mi condición de hombre con el amor de una mujer.
Qué difícil es descubrir que, como hombres, inmersos en esta cultura, llenos de los prejuicios religiosos, marcados por los consejos paternos, el poder, la escuela, cargamos con nuestro egoísmo y nuestra prepotencia, que nos hará tan infelices muchas veces y más infelices a las que nos aman.
El Día Internacional de la Mujer, es sólo un recordatorio mundial, de que nuestra civilización, con diferentes mecanismos y grados, en Occidente y Oriente, en el Norte y el Sur, está construída por los hombres y las mujeres se han abierto paso en ella, a pesar de nosotros. Pero, la discriminación está ahí; unas veces bajo el sútil manto de la pedantería de un intelectual, que se impone a las mujeres, como el gorila alfa se impone en su manada. Recurre a sus títulos, conocimientos o grados; premios o condecoraciones. En otras ocasiones y mundos lo hace directamente, liquidando brutalmente el goce sexual cortando el clítoris, como hacen algunas confesiones musulmanas o reprimiendo la voz, la mirada, la expresión. Las religiones tienen un enorme peso y responsabilidad en la mutilación, discriminación y marginamiento de la mujer. Sean los judíos con la asignación de un rol activo para los hombres y uno, meramente pasivo para las mujeres, que no practican la fe de igual a igual. O los cristianos, con sus diversas variantes, siempre condenando a la mujer, con un dios macho, hecho a imagen y semejanza de los varones.
En México, uno de los países más católicos del mundo entero, 120 mil mujeres son violadas al año, sin contar las que lo son pero no lo denuncian por temor a la burla de los fiscales, la policía y los jueces. Ni qué decir del sufrimiento de la mujer africana, o las viudas en India, que deben morir viudas, o las del fundamentalismo islámico que en ciertos países deben soportar ser la servidumbre de sus amos, los hombres. Más la que se da, todos los días, en el “mundo desarrollado”, en sus empresas, academias, instituciones públicas.
Por eso, el Día de la Mujer, el día de la mitad reproductora de esto que llamamos humanidad debemos recordar lo que somos, dónde estamos y cuánto nos falta. Es bueno e importante conmemorarlo y seguirnos diciendo que estamos lejos de la meta. Refrescarme todos los días recordando que no soy mujer y que tengo que cambiar hasta que muera.

Recursos:
Sitio de la Organización de las Naciones Unidas, aquí.

Día Internacional de la Mujer, en Wikipedia.

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