Lo que NO necesitamos es Google Linux
¿Alguien apuesta por Google Linux? Así finaliza el artículo firmado por Paul Hales y publicado en The Inquirer(UK) y editado luego por su portal español. El título es suficientemente explícito y encierra toda una concepción respecto al futuro del software open source e incluso Internet. “Lo que el mundo necesita ahora es Google Linux”, reclama en tono de consigna urgente frente a las amenazas de Microsoft contra Linux y los recientes acuerdos de la empresa de Redmond con dos distribuciones ( Xandros y Linspire) que siguen un camino similar al emprendido por Novell, para “protegerse” de la supuesta violación de patentes.
La nota comenta la realización del evento “Collaboration Summit” de la Linux Foundation, en la sede de Google, con el fin de discutir el estado actual de Linux y su eventual desarrollo. Tras mencionar el asunto de los ataques recientes de Microsoft, el artículo señala que: “Por lo visto uno de los problemas que los linuxeros tienen es que hay más de 350 distribuciones distintas con este sistema operativo. De hecho, muchos defensores del código abierto gastan demasiadas energías en discutir entre ellos en lugar de hacer un frente común contra Microsoft. Con un poco de cooperación podrían hacer que Linux entrase en el mercado del usuario final, que es donde está todo el meollo de la cuestión”.
Pocas líneas más allá y sin la pretensión de profundizar finaliza: “¿Alguien apuesta por Google Linux?” De tal manera que entre el título y la línea final el autor de la nota nos lo dice todo, no importa el breve esbozo de relleno que hay entre ambas expresiones. Lo que se quiere decir es: “Google es la salvación de Linux”, o en el mejor de los casos: “Frente a las amenazas de Microsoft, ¡frente único!, ¡Google Linux para todos!”.
Me aterra palpar la debilidad de los seres humanos frente al poder y la necesidad de sentirse protegidos por los “alfas”, en este caso de la industria, frente a los “otros alfa” un poco más vejetes. Curiosamente, en el mundo de los que respaldamos incondicionalmente al software libre, encontramos sectores que ven a Google como la quintaesencia de la empresa que todos quisiéramos ser: liberal, poderosa, abierta, tecnológicamente superior, sin fronteras, y un largo etcétera (no recordaré China en este momento). Pero hay dos problemas. El primero es que Google es un monopolio en pleno desarrollo. Su concentración de poder, engullendo a cuanto proyecto exitoso se ha levantado en la Internet es una prueba elocuente de ello. El segundo problema es que la centralización del conocimiento, en el caso de los desarrolladores de Linux – por ejemplo – puede ser muy efectiva en un inicio, pero totalmente perjudicial para la creatividad y el progreso a mediano y largo plazo.
La cuestión está en que la breve nota aborda la encrucijada de Linux desde el punto de vista de la relación con Microsoft y no confía en las propias fuerzas del software libre, por ello necesita buscar un “aliado” tan poderoso o más que la propia corporación de Redmond y entonces … ahí están los buenos muchachos de Google.
No voy a negar que la profunda descentralización y diversidad del mundo Linux le debilita en cierto número de aspectos, por ejemplo, retrasa su penetración en el usuario del “desktop”, esos miles de millones que se tragan día a día cualquier cosa que Microsoft coloque en el mercado y que gustan, preferiblemente de estándares y uniformidad. Pero he hecho hincapié en que “retrasa” no en que impide. Cuando empecé a usar Linux, en el año 1996, la gente a la que se lo mencionaba me miraba como quien observa a un pobre hombre que acaba de salir de una mazmorra y no se ha enterado de los avances del mundo. Recuerdo que en 2000 alguien me dijo: “primera vez que oigo a alguien que usa otra cosa“. Pero hoy en día Linux ha ganado una amplia y reconocida reputación en la inteligencia de la ciencia de la computación, en las universidades, entre los estudiantes y los ingenieros informáticos. Se le respeta. Miles de empresas lo usan, Internet necesita de él; gobiernos, alcaldías, bibliotecas públicas, departamentos de defensa y seguridad, instituciones científicas, monasterios, escuelas públicas y privadas, así como universidades, usan o han comenzado a utilizar Linux y en términos generales el software libre. La tendencia general del mercado es a la adquisición de este nuevo paradigma. Por ello, en el Collaboration Summit no sólo hay desarrolladores, como se dice en la nota. Entre los oradores se encuentran el Vice-Presidente del Bank of America, el Director de Negocios de RealNetworks, el Vice-Presidente de Ecosistema y Desarrollo de Mercado del Departamento de Móviles de Motorola y obviamente, Google. El avance de Linux es producto de la emergencia de un nuevo esquema de creación y comercialización, al que por supuesto Linux nutrió, pero que va mucho más allá de él mismo, y que tiene uno de sus baluartes en Internet. Microsoft es la que se encuentra en un gran dilema, no Linux. La decadencia de Redmond, como la de cualquier gigante de su talla, es lenta y casi imperceptible, pero está ocurriendo. Los avances de Linux, OpenOffice, Apple (tanto en software como en hardware y novedosos diseños), entre otros, son una muestra del letargo de Micrososoft. Los profundos cambios operados en empresas como Sun Microsystems o la propia Novell también son evidencia de una nueva realidad a la que Microsoft rehuye o enfrenta, sin comprender que si quiere sobrevivir debe “adaptarse”. Pretender que pueden seguir dominando como antes es una ilusión, pero la inercia es una fuerza poderosa en una institución de ese calibre. Toda organización – en especial aquellas que han alcanzado la estatura de la empresa de Gates – es por definición, conservadora, rutinaria y resistente al cambio. ¿Cuánto tardarán en hacer cambios revolucionarios? ¿O no los harán?
No necesitamos de un Google Linux, porque la centralización sería mortal para el movimiento del Open Source y el software libre. La diversidad, al punto de ser tan amplia como la diversidad cultural, es un sello distintivo de nuestro sistema operativo. La creación de software tampoco necesita de un ente concentrado, que dirija la orquesta. Incluso la existencia de Debian, Red Hat, Slackware, Gentoo y la multitud de distribuciones que de ellas derivan y su consecuente competencia, es fuente inagotable de creatividad, ingenio, y laboratorio para la formación de una legión de jóvenes ingenieros de software, pujante y dinámica. Los problemas de Linux son los del desarrollo, los de Microsoft los de la resistencia al cambio. ¿Las patentes? No me preocupan, como tampoco a Linus Torvalds. Tarde o temprano el absurdo sistema de patentes caerá abatido por su propio peso y nuestras propias acciones, pues es contradictorio al desarrollo tecnológico en la era de Internet, como lo fueron las provincianas fronteras feudales frente al arrollador avance del capitalismo. No, no necesitamos un Google Linux y espero que no esté inscrito en los planes del nuevo coloso que nos sonríe. ¡Qué viva la diversidad!