Flotar en las notas. Carmela Ramirez y Gabriel Chakarji.

El sábado en la noche, después de marchar todo el día en la multitudinaria manifestación de la Marcha de Mujeres en la ciudad de Nueva York, Carlos y yo fuimos a disfrutar de un concierto, invitados por mi amigo Kléber  Agelvis. Carmela Ramirez y Gabriel Chakarji, dos músicos venezolanos residentes en Nueva York, exponían en un rincón del Rockwood Music Hall, piezas de su disco “Vida” junto a otras acampañados por el percusionista Keita Ozawa.

Al traspasar la puerta, escalerillas abajo, ingresamos en otro mundo. Las notas, suaves, como destiladas a través una nube, flotaban alegres y cadenciosas en el tenue y trémulo brillo amarillento y rojizo de la sala. Fue como caer embriagado de inmediato, no podía pensar en el paso del día, sólo las notas, el piano, golpes de jazz, son, remembranzas del caribe o del Brasil, que fluían para enamorar a aquella voz, dulcísima, alegre, proyectada desde Carmela, con cierta timidez al aire que todos respirábamos.

La experimentación de estos músicos les ha llevado a crear un sonido profundo, que aún en sus momentos más tradicionales, es audaz y sincero. Podríamos, de pronto, evocar a Chick Corea o Michal Urbaniak, pero sólo un instante. Carmela introduce variaciones a las variaciones del piano y parecen correr juntos por el aire, en una carrera sin fin de colores, de golpes de tambor, de arpa o el cuatro.

El album Vida fue la continuidad lógica de aquel episodio nocturno. Brillante, hermoso, digno de ser escuchado para festejar el día, o la noche. Luego de la batalla, aquella noche, floté en las notas. Gracias Carmela y Gabriel.

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