Volver a Crosby.

Suelo revisitarme a menudo. La nostalgia vive en mi piel como una capa que subyace, colindando con las venas, con la sangre, con las entrañas. Mis reencuentros son generalmente dramáticos y generalmente únicos en su esencia: son míos y para mí, no hay espacio para el presente y menos aún para el futuro. Son viajes en el tiempo y mis agujeros de gusano, esos que me permiten saltar el espacio-tiempo y tocar mi adolescencia o mi niñez pueden ser un olor, una sonrisa, una fotografía, una melodía y alguien que haya dejado su huella imborrable en los surcos de mis dolores, ilusiones, amores y sueños.
Facebook y la socialización digital son la antítesis de eso. En no pocas ocasiones derrumba muros de amor, corta a hachazos la hiedra del tejido de historias y vivencias, para servir en un plato vulgar, chismoso y banal lo que tuvo gracia, pasión, dolor y amor.
En no pocas ocasiones, lo confieso, la tragedia de la especie humana me persigue en forma de depresión, y debo remontar la cuesta cada día, queriendo creer en Asimov, en Sagan, en Star Trek y Spock, en El Mago de Oz y Robinson Crusoe, en Michael Ende y Momo y la Historia sin fin, en las pinturas de Van Gogh, en la justicia simple de las aventuras de caballería y en un Edmundo Dantés disfrazado de Conde, para vengar con su poder la impunidad de los malos y redimir el dolor.
Pero cada día la oscuridad se recrea, la nada sigue avanzando invadiéndolo todo y hasta algunos de nuestros viejos hermanos son arrollados por ella, para disipar todo vestigio de la humanidad que reconocimos alguna vez y desbarrancan al borde del abismo y de la barbarie.
En uno de esos días sin contornos, con patéticas figuras de espanto, vino a tocar David Crosby al Lincoln Center, en un concierto gratuito, para cerrar la temporada de espectáculos del verano nuevayorquino.
Había sido una semana dura, de mudanza, entre los estrechos espacios de vivienda en la ciudad, intentando ganar un pedazo más de cocina, tal vez un ambiente para una sala y hacer acojedora nuestra nueva cueva.

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Mi posición sobre la ingerencia de Trump y la lucha contra la dictadura en Venezuela.

Introducción

En las últimas semanas he presenciado entre los venezolanos el crecimiento de una simpatía velada o abierta a la posibilidad de una intervención norteamericana en Venezuela. Se ha llegado a un punto en el que pareciera que o se está a favor de una intervención, o se está con la dictadura de Maduro. En este mismo sentido he visto como muchos venezolanos consideran superfluo que además la intervención sea auspiciada por la administración de Donald Trump. Curiosamente, a algunos de esos venezolanos les tiene sin cuidado la política xenófoba de Trump hacia los inmigrantes mexicanos y centroamericanos, entre otros, y sin embargo denuncien – con justicia – los actos xenófobos de pueblos latinoamericanos contra los venezolanos en naciones como Ecuador, Brasil o Perú. Yo no acepto el chantaje de que nadie me ubique del lado madurista – chavista. Hay mucho de película norteamericana en la cabeza de esos venezolanos que creen que una eventual invasión sería un plan perfecto, con bombas lanzadas sólo en puntos muy claves y sin ninguna consecuencia para la población civil. Imágenes de soldados norteamericanos heroicos que después de la batalla reparten chocolates a los niños. Imágenes de una nación que es capaz de intervenir en otro país para salvaguardar la libertad y la democracia. Han llegado al punto de insinuar que más muertos hay en Venezuela sin una intervención de los Estados Unidos. ¡Qué vergüenza!

A esto ha llevado al pueblo venezolano la dictadura de Maduro y el socialismo del siglo 21. Este es el resultado de un capitalismo de estado, vicioso, corrupto como ninguno, formado por una caterva de lúmpenes que protegidos por Chávez, se hicieron del poder y han liquidado al país.

El pueblo venezolano tiene el absoluto derecho a derribar la tiranía, arrestar a sus protagonistas de ser posible y hacerles pagar por sus crímenes, pero esa es una obra que sólo los venezolanos deben tomar en sus manos. A continuación mi posición:

 

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Es vergonzoso y criminal apoyar una intervención de los Estados Unidos, bajo el supuesto de la bandera de la libertad y la democracia.

Los Estados Unidos no defienden – y menos aún bajo la administración de Trump – las banderas de la libertad y la democracia en el mundo. Los ejemplos de dictaduras criminales apoyadas y ayudadas por el gobierno norteamericano son abundantes. No le doy el derecho a Estados Unidos a pisar suelo venezolano, provocando muertes de civiles inocentes, en consonancia con sus intereses políticos y económicos en el área.

Estoy absolutamente por la caída de la dictadura de Maduro y su gobierno criminal, pero eso debe ser obra de los propios venezolanos.

Estimular y apoyar la intervención extranjera en Venezuela es avalar la intervención de cualquier potencia en los asuntos de otras naciones. De la misma manera que me opondría a una invasión rusa a Ucrania, o la intervención criminal de Arabia Saudita sobre Yemen, de la misma manera y bajo los mismos principios me opongo absolutamente a una intervención militar de los Estados Unidos.

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Cassini: Un adiós muy personal.

El  15 de septiembre, poco antes del mediodía en horas de Greenwich, la sonda espacial Cassini que orbitara Saturno y todo su sistema de anillos y lunas por 13 años, finalizó su contacto con La Tierra y se lanzó a las nubes del gigantesco planeta, terminando completamente con su existencia.

Hace veinte años, llegué a casa con una postal que – creo recordar – tenía la imagen del Ávila, la bella montaña guardiana de Caracas. En algún momento de ese día, pedí a Morella y nuestro hijo mayor Carlos Alberto, que firmaran la postal. En cuanto al pequeñín José, para entonces de poco más de cuatro años, le dije que colocara su manita derecha sobre la tarjeta y con el bolígrafo la transformé en silueta. Por último firmé yo. El destinatario final de las firmas en la postal era un DVD que viajaría a bordo de la nave espacial Cassini que despegaría en octubre del año 1997, con otras 616.396 firmas de todo el mundo. incluyendo las de miembros de la Sociedad Planetaria fundada por Carl Sagan, de la que yo formaba parte. Entonces vivíamos en Valencia, Venezuela, en una zona llamada El Trigal, que siempre asombraba por el verdor de sus árboles y sus bandadas de loros volando y gritando al atardecer.

Cassini abrió un mundo de maravillas y misterios a una especie inmadura y violenta, curiosa y depredadora, capaz de poner en duda las consecuencias de su actividad sobre el planeta único y especial en el que habitamos.

Cassini viajó durante 6 años y 261 días. Cuando comenzó a girar en torno al sistema saturniano ya hacía algunos años que nuestra vida había dado un vuelco y con tropiezos, alegrías y golpes, habíamos emigrado a otras tierras a reconstruirlo todo y nuestros hijos a construir su propio destino. Al llegar, la nave comenzó su torrente de información: inimaginables fotos de los anillos, el ingreso de la sonda Huygens a la luna Titán, repleta de lagos y ríos de metano, imágenes de las alucinantes auroras o el hexágono de nubes en los polos del planeta, el descubrimiento de nuevas lunas y la sorprendente revelación de que Encédalus uno de sus satélites, tiene géisers que expulsan agua al espacio en forma de hielo y que se trata de un astro con un gigantesco océano – probablemente de agua salada – en su interior.

De la perplejidad pasamos a la costumbre y ahora me doy cuenta que Cassini se transformó en un hecho cotidiano, en algo casi natural, obvio. De vez en cuando registré algunos de sus hallazgos en el blog, pero debo reconocer que esos trece años que orbitó Saturno, me parecen ahora un siglo.

Algo de mí se hunde con él en las profundidades del gigantesco mundo gaseoso. Algo se va para no volver jamás. Una etapa de la vida que se ha cerrado, con ganancias y pérdidas, pero con una marca que no nos abandona.

Una miríada de misterios aún exigen búsqueda e investigación. Las posibilidades de encontrar vida en las aguas de Encedalus brindan fascinación y esperanza a los futuros encuentros. No estoy seguro que podré estar presente en esos nuevos derroteros de la ciencia, pero agradezco a Cassini por lo que nos regaló a los humanos, a pesar de nosotros mismos.

Te has ido Cassini. Por la especie humana y por la ciencia te digo adiós, con todo mi corazón.

Enlaces:

Cassini: The Grand Finale (NASA)

Cassini en Wikipedia (Español)

Últimas fotos:

https://saturn.jpl.nasa.gov/news/3120/cassinis-final-images/

En las fotos: arriba, Saturno visto desde Cassini poco antes de su descenso final. Abajo, Encédalus visto al fondo de un Saturno magnificente, en los finales de Cassini.

Crédito de las fotos:

NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute

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Venezuela: tal vez se ha iniciado la insurrección popular.

Los últimos días, multitud de jóvenes enardecidos han decidido exponerse frente al acoso de la Guardia Nacional y la brutal represión. En una conversación entre un joven “encapuchado” y un guardia nacional, el muchacho le dice: “Tal vez mañana tu vas a estar cenando con tu hija, con tu hijo, con tu esposa y pensarás ‘coño la vaina está jodida vamos a ver que es lo que me decía el encapuchado ese… a lo mejor tiene razón …’”. Luego continuó: ” Si ustedes [refiriéndose a la Guardia Nacional] mañana dicen ‘vamos a toma el país, vamos a echarle bolas’ te lo juro que van a contar con nosotros …” […] ” Más importante que tu uniforme y tus estrellas y más importante que mi vida, es Venezuela. Tú puedes quitarte el uniforme y yo puedo dar mi vida. Yo estoy haciendo lo que puedo hacer.” (Fragmentos extraídos de un diálogo entre un ciudadano y un guardia nacional, presenciado a través de WhatsApp).

A las palabras de este joven se unen las cada vez más masivas protestas y en especial la reciente poblada en San Félix, llena de gente humilde que probablemente votó por Chávez, sus hijos o nietos lanzando piedras, palos, botellas, lo que encontraran a su paso, hacia el presidente de Venezuela Nicolás Maduro, quien se dirigía a un acto de conmemoración de la batalla liderada por el prócer Manuel Piar por la independencia. Maduro hubo de retirarse. A pesar del silencio de la TV comercial y de la oficial, la bola del incidente se corrió. De Venezuela nos llegan las noticias, no por las agencias televisivas, sino por la comunidad de medios sociales en Internet. Son nuestros familiares y amigos, muy lejanos de ser fascistas. La gente está estallando, los pobres están hartos. Son los que tienen que hacer las colas para no conseguir nada, los que no consiguen medicinas, los que han tenido que soportar el imperio de los colectivos y el malandraje de los bachaqueros. Los que además sortean cada día al hampa, y en medio de todo buscan sonreír a sus hijos, o nietos. Son también los que votaron por Chávez, esperanzados en una Venezuela mejor. Muchos de ellos aún creen que con Chávez vivo esto no habría pasado. Los entiendo, pero están equivocados. Los superhéroes, los caudillos, no representan su liberación. Chávez pudo ser y hacer porque tenía las manos llenas de dinero por la bonanza petrolera. Pero la prueba de su fracaso es justamente que dejó un país más dependiente del petróleo. No organizó la economía al servicio de los trabajadores, dándoles el control de organizar y planificar. Por el contrario, generó una nueva burguesía, aliada a viejos burgueses venezolanos (sí, así es) y sentó las bases para el desarrollo de una espesa capa lumpen que controló el estado y los militares, estableciendo nexos profundos con el narcotráfico y con esta nueva burguesía corrupta y viciosa, pegada al Estado.

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Flotar en las notas. Carmela Ramirez y Gabriel Chakarji.

El sábado en la noche, después de marchar todo el día en la multitudinaria manifestación de la Marcha de Mujeres en la ciudad de Nueva York, Carlos y yo fuimos a disfrutar de un concierto, invitados por mi amigo Kléber  Agelvis. Carmela Ramirez y Gabriel Chakarji, dos músicos venezolanos residentes en Nueva York, exponían en un rincón del Rockwood Music Hall, piezas de su disco “Vida” junto a otras acampañados por el percusionista Keita Ozawa.

Al traspasar la puerta, escalerillas abajo, ingresamos en otro mundo. Las notas, suaves, como destiladas a través una nube, flotaban alegres y cadenciosas en el tenue y trémulo brillo amarillento y rojizo de la sala. Fue como caer embriagado de inmediato, no podía pensar en el paso del día, sólo las notas, el piano, golpes de jazz, son, remembranzas del caribe o del Brasil, que fluían para enamorar a aquella voz, dulcísima, alegre, proyectada desde Carmela, con cierta timidez al aire que todos respirábamos.

La experimentación de estos músicos les ha llevado a crear un sonido profundo, que aún en sus momentos más tradicionales, es audaz y sincero. Podríamos, de pronto, evocar a Chick Corea o Michal Urbaniak, pero sólo un instante. Carmela introduce variaciones a las variaciones del piano y parecen correr juntos por el aire, en una carrera sin fin de colores, de golpes de tambor, de arpa o el cuatro.

El album Vida fue la continuidad lógica de aquel episodio nocturno. Brillante, hermoso, digno de ser escuchado para festejar el día, o la noche. Luego de la batalla, aquella noche, floté en las notas. Gracias Carmela y Gabriel.

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Elecciones USA 2016: La vergüenza de América

Las elecciones en los Estados Unidos son una vergüenza y punto. No es una expresión dubitativa o una advertencia a futuro. El candidato del partido republicano, Donal Trump, ha expuesto con abundante ilustración retórica, en declaraciones públicas y en las acciones a lo largo de su vida, un absoluto desprecio por la verdad, el honor, la palabra, la justicia, la democracia, la cultura, la inteligencia, la diversidad cultural o racial. Ha sido capturado in fragante, en un vídeo del 2005, mientras conversaba con el anfitrión de Hollywood Billy Bush sobre sus intentos sexuales con una mujer: “Me lancé hacia ella como a una perra, pero no lo conseguí. Ya estaba casada (…). Entonces, de repente la veo y ya tiene tetas falsas y todo, ha cambiado totalmente su aspecto”.

Más adelante, antes de bajarse del autobús donde le grabaron sin que se diera cuenta, prosigue diciéndole a Bush: “Me atraen las mujeres bonitas automáticamente. Las comienzo a besar, es como un imán, no puedo ni esperar (…). Y cuando eres una celebridad te dejan hacer lo que quieras, puedes hacer lo que quieras (…). Agarrarlas por el coño. Puedes hacer de todo”.

Enfrentado a sus propias palabras, Trump señala que fueron afirmaciones entre hombres en una “conversación de vestuario”. Su conducta es la de un agresor sexual. Punto. Eso no tiene disculpa ni pertenece al espacio de las conversaciones privadas.

Trump se confiesa habilidoso en la utilización de las fallas del sistema para evadir impuestos y como tal lo ha hecho, usando bancarrotas y desastres financieros aparentes para quedarse muchos millones que debían, de otra manera, ser recaudados por el fisco.

Estos últimos acontecimientos no han hecho más que confirmar que Donald Trump es un bribón, patán, un hombre sin principios, misógino, ignorante, racista y fanfarrón. La tragedia de Estados Unidos es que el personaje del que estamos hablando no es el busca pleitos o matoncito del barrio, el adolescente patotero que abusa en la comunidad, el fanático neo-nazi que alardea solitario en un bar de blancos elegidos. No, se trata nada menos que del candidato a la presidencia por el partido republicano.

En un desfile de hipocresía y falta absoluta de principios, muchos de los líderes fundamentales de esta organización, esos que van a la iglesia cada domingo y le piden a Dios que les proteja de tener un hijo gay, esos que atacan a los liberales porque sus ideas disolutas amenazan a la familia, esos que piden “ley y orden”, apoyan y aprueban que un hombre así pueda ser presidente de su país. Ese sólo hecho les descalifica ante mis ojos, desde el candidato a la vicepresidencia Mike Pence hasta los congresistas Marco Rubio o Paul Ryan.

Pero la mayor tragedia es que a una franja importante de norteamericanos blancos no les importe en lo más mínimo lo que ha hecho, hace y dice Trump y le consideren su voz, su líder, su herramienta para conquistar el poder. Lo más bárbaro de la sociedad, los racistas resentidos, los racistas escondidos, los machistas frustrados, los reaccionarios y pro nazis, los anti-demócratas, los pro-violencia, los que tienen más en común con los enemigos de sus padres en la Segunda Guerra Mundial que con sus propios padres, los xenófobos, forman parte del ejército de electores de Donald Trump.

La tragedia es que Hillary Clinton es la peor candidata que podría tener el partido demócrata. No creo en el clan de los Clinton, ni en su trayectoria. Nunca he sido su partidario y aunque no soy de su organización, nada me hubiese gustado más que ver a Bernie Sanders al frente de la candidatura. Pero debo confesar que votaré por Hillary porque es menester evitar la llegada de un monstruo como Trump al poder. Por más que no confío en Hillary, veo muy bien la diferencia y estoy persuadido de  la catástrofe que podría significar Trump para el avance de la sociedad, para la democracia y la libertad y creo que todo aquél que tenga consciencia del significado de esa barbarie, debe votar por Hillary Clinton y derrotar electoralmente y con ello moralmente, a la faz del fascismo que asoma en la política de este país.

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