2 de enero: Hace 103 años nació la actriz venezolana, Ana Teresa Guinand

El mundo de 1914 dibujaba un panorama muy diferente a los ensueños de un siglo promisorio para la humanidad. La Primera Guerra Mundial bañaba en sangre los campos de Europa. Era apenas el primer ensayo de una conflagración aún más sangrienta que estallaría poco tiempo después. En otras latitudes, algunas de las jóvenes repúblicas americanas se abrían paso en una selva de luchas internas, caudillismo, montoneras y presagios de guerra civil.

Venezuela aún no conocía la maldición del petróleo, pero ya sufría del embate de los caciques de la política, la lucha de facciones y regiones y las dictaduras de Cipriano Castro hasta 1908 y luego de Juan Vicente Gómez. Bajó el régimen de este último se desarrolló una capa intelectual pro-democrática que sufriría en no pocas ocasiones la represión por sus palabras e irreverencia. Esa capa nutrió el desarrollo del teatro, el surgimiento del cine, el nacimiento de la radio venezolana, al calor del uso del sainete, el costumbrismo, el humorismo en las letras, el teatro y el dibujo. Leoncio Martínez, Job Pim, Rafael Guinand, Edgar Angola, entre otros, fueron los protagonistas del despertar de esa Venezuela de las letras, de la crítica, el ingenio industrial o la poesía.

Ana Teresa Guinand, hija de Rafael Guinand, el escritor de sainetes por excelencia y uno de los humoristas más grandes de la Venezuela que ingresaba al siglo XX, nació un dos de enero de 1914. Creció en la Caracas de los techos rojos y de la eterna primavera. Su madre Carmen Ojeda no llegó a casarse con Rafael, quien contraería nupcias muchos años después con una actriz de teatro de quien estaba profundamente enamorado, cuando ésta se encontraba en trance de muerte.

Ana Teresa vivió su infancia en el barrio El Cenizo, inmortalizado en el poema de Aquiles Nazoa “Elegía al barrio El Cenizo”. A menudo Ana Teresa rememoraba las bromas al vecinito que tenía en ese entones, que se quejaba de las piedras que ella lanzaba a su casa. “Mira niñita – le decía el niño – si sigues tirando piedras te voy a acusar con tu papá”. Aquel pequeño era el propio Aquiles, quien muchos años después sería uno de los humoristas más prolíficos y brillantes de la historia de Venezuela y amigo de Ana Teresa.

Apenas saliendo de la adolescencia, abrazó la actuación con pasión y comenzó a trabajar en la naciente radio venezolana, cuyo padre había ayudado a fundar. Así inició una carrera, junto a su hermana Josefina, que no terminaría sino hasta su muerte. Se desempeñó como actriz de humor, en programas como “La familia Buchipluma” y especialmente en el rol que le condujo a la fama de ese entonces: “Frjolito y Robustiana”, junto a su amigo, el escritor y actor Carlos Fernández. La popularidad del programa la condujo a la televisión, en la recién creada Radio Caracas TV y a protagonizar, junto a Fernández, dos largometrajes para el cine.

Trabajó en numerosas novelas de radio y TV y en la famosa serie “El Gavilán”, transmitida por Radio Continente, desempeñó el papel de la famosa y misteriosa Doña Elodia, quien provocaría no pocas intrigas y suspenso, hasta que se descubriera que era la madre de El Gavilán.

Muchas veces le vi de niño llegar a casa todavía maquillada luego de un episodio en la TV. Entonces no había vídeo tape y los actores escenificaban en vivo, sin apuntadores electrónicos o dispositivos en los oídos. También conocí de cerca los libretos, que ella estudiaba y algunas veces subrayaba, viéndose al espejo ocasionalmente o leyéndolos en una especie de murmullo actuado, haciendo inflexiones aquí o más allá. Muchos libretos olían a una especie de cera, aroma característico de las copias realizadas con papel carbón.

Ana Teresa conoció en la radio a un joven músico, guitarrista, “nuyorican”, quien había dejado el Harlem de Nueva York para aventurarse con un trío de guitarras a tentar la suerte en los medios radiofónicos y artísticos de América Latina. José Emiliano Ortiz Guzmán – mejor conocido como Emilio – se casó con Ana Teresa en diciembre de 1938, apenas dos meses después de conocerla. Pero la boda no fue fácil: ante la feroz oposición de su padre al amorío, ella se fue vivir con su amado, con el apoyo de su madre. En muy poco tiempo se casaron civilmente y aunque Rafael Guinand se negó a asistir a la boda, no tuvo más remedio que aceptar que su hija se fuera del estricto redil patriarcal que Guinand mantenía.

No fue una pareja fácil. Emilio era un bohemio, un hombre formado en las calles de Nueva York, y en los cabarets de aquel Estados Unidos de la Ley Seca. Pero con altos y bajos, con crisis, llantos y alegrías, Ana y Emilio se amaron. Tuvieron 7 hijos, seis varones y una hembra, pero uno de los chicos murió de bebé, al parecer de meningitis. José Enrique, Nancy, German, Carlos, Rafael y Emilio fueron su descendencia. Ana y Emilio sembraron en ellos el amor por el arte, por la honradez, por la humildad y ser  siempre buenas personas.

Ana Teresa, que nació un dos de enero, murió a los 56 años a finales de enero, cinco años después que su esposo amado falleciera.

Estas líneas las escribo con dificultad en el autobús en el que me dirijo a Nueva York, donde trabajo y vivo. Apenas se da inicio al año 2017 con nubarrones de oscurantismo en el horizonte de la humanidad. Al abrir los ojos, esta mañana, en medio de la tristeza de recordar a mi hermano Rafael fallecido hace seis meses, y sentir el peso agobiante del retroceso que el mundo experimenta estos días, sonreí al recordarme corriendo por el jardín a saltar a los brazos de una mujer que me amó y a la que, en el breve instante de la vida juntos, amé y recordaré hasta el fin: mi madre, Ana Teresa Guinand.

2 comentarios

  1. Trina Lee de Hidalgo

    Precioso, inspirado y sentido escrito que me trae recuerdos de ese programa de Frijolito y Robustiana que siempre oía. Debes sentirte orgulloso de ser su hijo y evocar la fecha de su nacimiento y a la vez triste por los presagios que se vislumbran en esta humanidad inconsciente y llena de afanes negativos.
    El relato atrapa por su redacción impecable y la forma como lo terminas, excelente, felicitaciones.

    • Me honran tu palabras Trina. Siempre tan atenta de escribir comentarios en mi blog, para compartir tu sincera opinión sobre el contenido. Agradezco tus palabras y la foto. ¡Qué chévere! No conocía esa. Un abrazo.

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